Pesadilla

 Era una mañana como cualquier otra en el barco. Todo estaba tranquilo, soplaba una leve brisa y todo marchaba viento en popa. Si nada cambiaba, estaríamos en nuestro destino en cuatro días, tal vez tres. Yo paseaba tranquilamente por cubierta, sin mucha preocupación, contemplando el ancho y bello paisaje marino.

A algunas personas les mareaba, a otras les agobiaba no ver nada más que el mar azul en kilómetros a la redonda, pero a mí me reconfortaba. Era una sensación agradable ver como las olas mecían el barco con suavidad y la brisa me traía ese característico olor a sal. Había algunas nubes en el cielo, pero eran nubes blancas de verano, nada que debiera preocuparnos. Paré un momento, apoyado en la barandilla, a mirar con mayor tranquilidad el paisaje.

Y de repente, le vi. Era una criatura marina, tenía forma humanoide, pero sus extremidades terminaban en una especie de ancas en lugar de manos. Tenía el cuerpo escamoso y de su cabeza parecían salirles unas branquias a los lados. Sus ojos, negros como el azabache y profundos como el océano, me devolvían la mirada. Intenté girarme para avisar a la primera persona que pasase por allí, pero al girarme de nuevo desapareció.

- Habrá sido mi imaginación, pensé. Llevo demasiado tiempo en el mar, seguro que mi cabeza me ha jugado una mala pasada. Iré un rato a descansar a la sala común, seguro que me viene bien, añadí sin darle más importancia.

Pasé el resto del día descansando, varando de aquí para allá y charlando con mis compañeros, tratando de ignorar lo sucedido por la mañana. Pero mi cabeza no quería dejarme olvidarlo. Sus ojos color carbón me perforaban el alma y se clavaban en lo más profundo de mis pensamientos. De ninguna manera me había inventado eso. Al contárselo a algunos compañeros, me decían lo que yo mismo me dije por la mañana; que estaba cansado y llevaba demasiado en el mar. Pero yo sabía muy bien lo que había visto.

Al atardecer volví a la cubierta para intentar volverlo a ver. Pero esta vez había menos luz, no solo por la hora, sino por el manto de nubes que se estaba formando en el cielo. Me paré a mirar por la borda unos minutos, con la esperanza de que aquellos ojos negros me devolvieran la mirada, pero no lo hicieron. De pronto, vi una sombra pasar nadando cerca del barco.

- Allí, grité, pero cuando se giraron a mirar, de nuevo no había nada.

- Estás cansado, vete a dormir, dijo Doyle.

Aquella esquiva criatura seguía esquivando las miradas de todos los del barco, menos la mía al parecer. Hice caso a Doyle y me fui a dormir al camarote. A la mañana siguiente, una tormenta me despertó de mi descanso. Las blancas nubes del día anterior se habían tornado negras y la leve brisa que soplaba por la mañana, ahora más bien parecía un huracán desmedido. Me puse el chubasquero a todo correr y salí a ayudar en lo que podía.

En cubierta, iba de un lado para otro; tirando de cuerdas, moviendo las cosas hacia dentro del barco e intentando achicar toda el agua de la cubierta que me fuera posible. Y fue entonces cuando los vi, de nuevo. Esta vez la criatura no había venido sola, estaba acompañada de dos o tres de sus semejantes.

- ¡Allí están!, grité. ¡Mirad, os juro que están ahí!

Y de nuevo al mirar, no había nada. Pero yo estaba seguro de haberlas visto, y esta vez no parecían tener buenas intenciones. Al mirar de nuevo, allí estaban. Sus dientes, afilados como cuchillas, estaban arañando el casco del barco, como si intentaran hacer que se hundiera el barco, y todos nosotros con él.

- ¡Es imposible que no los veáis! ¡Están ahí!, grité de nuevo en mi desesperación, señalando en su dirección.

- ¡Ahí no hay nada, Thomas! ¿¡Es qué no lo ves!?, me respondió Smithy.

- ¡Van a hacer que nos hundamos! ¡Debemos hacer algo!

- ¿¡Quieres abrir los ojos de una vez!? ¡Ahí no hay nada!, replicó Doyle.

Al volver a mirar, de nuevo habían desaparecido. Pero yo estaba convencido de que existían, ahora más que nunca. Tenía que conseguir pruebas. Si los grababa seguro que me creerían y podríamos hacer algo para evitar hundirnos. Estamos a pocos días de la costa, pero con esta tormenta si nos vamos a pique será nuestro fin.

Fui corriendo a buscar la cámara, del barco podrían ocuparse mis compañeros. Salí lo más rápido que pude a ver si los volvía a avistar, tenía que conseguir grabarlos, pero con esta tormenta no sería tarea fácil.

- ¡Aparta del medio, Tommy! ¡Si no vas a ayudar, al menos no molestes!, me gritó Smithy a su paso por mi lado.

Pero yo seguí mi camino, buscando a esas esquivas criaturas que pretendían acabar con nosotros. Pasaron lo que para mí fueron horas hasta que logré avistarlas de nuevo. Y allí me dispuse a pillarlas con las manos en la masa. Ahora no habría excusas, todo el mundo lo vería, todo el mundo me daría la razón y me pedirían perdón por tomarme por un loco. Saqué la cámara apresurado, dispuesto a fotografiar a esos malditos bichejos atacando este barco.

Primera foto.

- Mierda, el flash. Tengo que poner el puñetero flash o no sacaré nada, me repetía acelerado mientras buscaba el maldito botón.

Segunda foto.

- ¡Ajá! Ya los tengo, seguro, me dije mientras trataba de ver la foto. ¡Joder, ha salido movida! Tengo que sacar otra rápido.

Pero cuando volví a mirar, ya se habían ido. El flash seguro que las ahuyentó, con esto tendría que valer. Busqué a Smithy, ahora no le quedaba más remedio que creerme. Corrí por la cubierta en su búsqueda hasta que lo encontré, poniendo a salvo la mercancía que aún quedaba en cubierta.

- ¡Smithy! ¡Smithy! ¡Lo tengo, tengo pruebas de que esos bichos existen!, gritaba zarandeando la cámara por el aire con la mano.

- ¿Todavía sigues con eso? ¡Joder Tommy, deja de perder el tiempo!

- ¡Pero ahora los he pillado, mira!, dije mientras llegaba ahí.

Sin embargo, cuando estaba a punto de enseñarle la foto, una ola golpeó el barco de costado, haciendo que ambos cayésemos al suelo, y que la cámara saliese volando y se cayese por la borda. Estaba seguro de que no fue una ola, fueron esos malditos bichos, seguros que hicieron algo para que el barco se tambalease.

- ¡Maldita sea! ¡Se acabó!, dijo Smithy mientras salía de allí con prisas.

Al cabo de unos minutos volvió con un par de hombres más, que me redujeron y me llevaron a un camarote, donde dejaría de dar problemas “hasta que llegásemos a costa”. Pero yo sabía que esos monstruos no se darían por vencidos hasta probar el sabor de nuestra carne.

Tenía que salir de allí, pero estando maniatado y encerrado poco podía hacer. Me asomaba por el ojo de buey a ver si al menos conseguía avistar a esos condenados demonios, pero no tenía ángulo suficiente para ver nada. Pasaba las horas allí forcejeando, sabiendo que acabaría muriendo allí. Cada minuto era largo como una noche en el mar, cada segundo que pasaba el barco se tambaleaba más y más. Hasta que de repente, saltó la alarma. Nos estábamos hundiendo, algo había logrado atravesar el casco del barco y no había nada que pudiéramos hacer. El mismísimo capitán en persona se había plantado en el camarote a desatarme en persona.

- Siento mucho lo ocurrido Tommy, me dijo en tono amable. He bajado a la bodega y lo he visto con mis propios ojos, eso no ha sido obra de un risco, sino de unas garras.

- Si tan solo me hubierais escuchado a tiempo podríamos haberlo evitado, haberlas ahuyentado. Ahora no nos queda más remedio que abandonar el barco y rezar porque se centren en los escombros en lugar de los botes.

- De eso ni hablar. No pienso irme de aquí.

- ¿Qué insinúas, Allen?

- Que este es mi barco y de él no me baja nadie. Un buen capitán se hunde con su barco.

- Un buen capitán no hunde el barco.

Esas fueron mis últimas palabras. Al abrir la puerta y poner un pie fuera del camarote una corriente de agua me derribó y caí inconsciente para nunca despertar. Ahora mi alma vaga por estas aguas, tratando de alertar a marineros incautos para que no corra la misma suerte que corrimos nosotros. Solo espero que sean menos tozudos que mis compañeros…




Siento que han pasado mil años desde que no me paso por aquí. Disculpad pero últimamente apenas tengo tiempo libres y el poco que tengo lo uso para conseguir vitamina D.

Espero que os haya gustado este relato. Lo cierto es que empecé a escribirlo en navidad, cuando estaba mucho peor de ánimos y no he tenido tiempo de finalizarlo hasta ahora. Me apetecía un relato en el que el protagonista cayera poco a poco en la locura y conforme más escribía, más claro tenía que no iba a tener un final feliz. Como siempre, ha sido un placer y espero que hayáis pasado un buen rato en mi humilde chimenea.

Comentarios

  1. Me encanta, como siempre. Sigue así, espero leer más cosas pronto <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias ^^. A ver si tengo algo de tiempo y sigo escribiendo algo que no sean frankis

      Eliminar
  2. ¡Me ha encantado tu relato! Poco a poco te va enganchando y llevando a una tensión extrema. Entiendo que no siempre el tiempo nos acompaña para poder escribir.
    Saludos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Miedo

La isla