Amor y resaca
Desperté en medio de un campo, con algo de frío, la ropa mojada y un dolor de cabeza de mil demonios.
- Me pregunto que hice anoche... - dije mientras me tocaba la cabeza del dolor.
A mi lado, una botella de vino. Vacía. “Con que eso hice”. No recuerdo muy bien lo que hice, pero está claro que no me podía quedar allí.
Me levanté y comencé a andar en dirección contraria al Sol, no porque hubiese huellas en esa dirección, sino porque la luz provocaba un martilleo en mi cabeza como si de un pájaro carpintero tratando de hacerse un nido se tratase. Tengo que pensar en lo que hice anoche. Trata de concentrarte, por lo que más quieras.
- ¡Helena! ¡Estaba con ella anoche! Tengo que encontrarla.
Saqué mi móvil del bolsillo. Sin batería, cómo no... Ahora tendré que andar a ciegas hasta que encuentre algún sitio donde pueda orientarme o cargar el móvil. Pasó una hora y media hasta que logré dar con una gasolinera abierta. Al parecer era domingo. Miré en mi cartera; por suerte aún tenía dinero para comprar algo.
- Buenos días. - Me saludó el dependiente.
- Buenos días. Sé que es una pregunta un poco extraña, ¿pero podría decirme por donde se va a Central? - dije poniéndole una botella de agua en el mostrador.
- Claro. Aunque está un poco lejos. Se encuentra a unos 15 kilómetros en esa dirección. ¿Le cobro algo más aparte de esto?
- Nada más, muchas gracias.
Pagué y salí de allí algo desorientada. ¿Quince kilómetros? ¿Donde estuve bebiendo anoche? Los recuerdos me evadían y cada vez que trataba de pensar algo, parecía que me clavaban un puñal en la cabeza.
- Eso es, el cumpleaños de Carlos. Estuvimos en su campo. Pero ahora lo que tengo que hacer es llegar a Central lo antes que pueda. Con suerte, estaré allí en tres horas.
Tras un camino que se me hizo eterno, conseguí al fin llegar a la ciudad al mediodía. Ahora solo necesitaba una manera de contactar con Helena y asegurarme de que estaba bien. Puse rumbo en dirección a su casa a ver si estaba allí.
- ¿Sí? - Escuche una voz familiar al otro lado de la puerta.
- ¿Helena? Soy yo, Lu.
- ¿Lu? - Dijo la voz abriendo la puerta.- Tía, anoche desapareciste. ¿Estás bien?
- Sí, estoy bien. Si supieras la que he pasado para llegar hasta aquí...
- Pero no te quedes ahí, pasa mujer.
Al menos ella estaba bien. La abracé como si hiciera meses que no nos veíamos y ella me devolvió el abrazo. Le conté todo por lo que había pasado para llegar hasta aquí.
- Ay Dios. Dime que no hice nada vergonzoso, por favor.
- Bueno, pues a parte del beso que me diste, creo que no hiciste nada más.
Me puse roja como un tomate. Me entró mucho calor de golpe. Helena me gustaba desde hace un tiempo, pero es mi mejor amiga, no debería haber hecho eso.
- No pasa nada. Lo cierto es que llevo detrás tuya un tiempo, pero no me había atrevido a decírtelo.
Durante unos segundos el silencio se hizo en la habitación. ¿De verdad acababa de decir eso? No podía ser cierto, seguro que lo había escuchado mal. Ella, con su mirada, buscaba una respuesta en la mía.
- ¿E-en serio? - dudé.
- Claro que es en serio, ¿no te has dado cuenta las últimas semanas? Pensaba que era bastante evidente. No me puedo creer que no te dieras cuenta.
Empezamos a reírnos las dos. Lo cierto es que durante las últimas semanas se había generado mucha tensión, pero ninguna éramos capaces de ver las indirectas de la otra.
- No quiero causar molestia.
- No es molestia, de veras. Te dejaré algo de ropa y podemos pasar la tarde viendo pelis.
- Bueno, ese plan sí que me gusta más.
Me dejó algo de ropa limpia y me metí en la ducha. El agua caliente cayendo por mi pelo y espalda se sentía como si me estuviese bañando en el mismísimo paraíso. De pronto escuché que llamaba a la puerta.
- Pasa. - dije sin pensar mucho.
- Lu - dijo ella asomándose un poco por la puerta - ¿te gusta la carbonara?
- ¿Eh? Ah, si claro.
- Vale, me pongo a ello.
- Hel, espera. - dije antes de que cerrase la puerta.- ¿me acercas la toalla por favor?
Ella dudó un segundo antes de entrar, pero entró a acercarme la toalla. La cogí de la mano y tiré de ella suavemente hacia mí y la abracé, aún estando mojada.
- ¿Estoy fresquita? - le pregunté mientras me reía.
Ahora era ella la que se puso roja de la vergüenza, y no quería mirarme. Ella me devolvió el abrazo sin intención de separarse, giró un poco la cara y me dio un beso en la mejilla, a lo que respondí separando mi cara para besarla. Después de estar besándonos durante un momento, me separé y le dije:
- Deberíamos preparar la comida ya.
- Sí, cierto. - me dijo mientras me daba un pequeño beso y se iba a la cocina.
A decir verdad, pasé un gran día con ella viendo películas y deseaba que no se acabara nunca. Pero por la noche ya tuve que irme, por desgracia. Me acompañó a la puerta para despedirse de mí.
- Bueno, adiós Helena. - dije con ademán de abrazarla.
- Buenas noches, Lu. - me dijo.
Y acto seguido nuestros labios se fundieron en un beso. Me quedé tan sorprendida como debió estar ella la noche anterior.
- Avísame cuando llegues. Y ya hablamos mañana. - me dijo con una sonrisa en la cara.
- C-claro. Buenas noches.
A decir verdad, a pesar del comienzo del día, tuvo un final perfecto.
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